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jueves, 17 de septiembre de 2009

Docentes con cerebro quemado

No tener incentivos para ir a trabajar, sentirse desmotivado, distante y frío con respecto a la profesión, y padecer de una distorsión cognitiva frente a la actividad laboral, que se manifiesta con afirmaciones del tipo: "todo me pasa a mí, nadie me responde como me lo merezco, se me terminaron las ideas,no tenía ganas de venir a trabajar", son síntomas claros de lo que se conoce como "síndrome de burn-out" o "cerebro quemado"-.
El síndrome del trabajador "quemado" o "burn-out "es un padecimiento generado por estados de stres prolongado o crónico, que mantiene elevadas ciertas hormonas, tales como la adrenalina y el cortisol. Ese incremento afecta, principalmente, al sistema nervioso y desajusta el resto de los sistemas orgánicos: cardiovascular, digestivo, inmunológico.
Los profesionales, psiquiatras y psicólogos, explican que al enfrentarse a un contexto laboral adverso o de alta exigencia,“las personas que no se perdonan una, que son muy autoexigentes, que se cargan de culpas, o son perfeccionistas, tienen una vulnerabilidad mayor al Burn out.
Entre las profesiones más afectadas es, claro está, la de los docentes. Los profesionales de la educación, a diario, debemos cumplir con plantificaciones, proyectos didácticos, correcciones; atender y hacer frente a la falta de insumos escolares, la violencia escolar (física y psicológica), el déficit de atención, las necesidades y problemas de los alumnos, exigencias de los padres, etc,etc. La actividad docente genera stres.
El síndrome del cerebro quemado podría podría tener, en la actividad docente, mayor incidencia que las patologías de cuerdas vocales que, como ya habrán leído en una entrada anterior, afectan a los docentes hasta el grado de constituir una enfermedad profesional.
Los síntomas de este síndrome son: sentirse desmotivado, sin iniciativa, disminución del rendimiento laboral. Aparecen sentimientos de vacío, agotamiento, fracaso, impotencia, baja autoestima y pobre realización personal, nerviosismo, inquietud, dificultad para la concentración y una baja tolerancia a la frustación, llanto espontáneo, comportamiento paranoides y/o agresivos, aislamiento e inseguridad.
El docente que lo padece vive los inconvenientes laborales, que éste ocasiona, como un fracaso profesional y personal, en vez de identificarlos como síntomas de una patología
Desde lego, es difícil establecer hasta qué punto se padece el síndrome o, simplemente, se sufre el desgaste propio de la profesión, y también resulta difícil determinar la frontera entre una y otra. La decisión, entonces está en cabeza de un profesional.

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